El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ahora dice que el confinamiento perimetral de Madrid vulnera los derechos fundamentales de los ricos, lo de «ricos» no lo dicen ellos, pero sí nosotras, que de derechos fundamentales sabemos un poco, sobre todo de los que no tenemos.
Tenemos derecho a ir a trabajar, a esas horas de más que no se nos pagan, a cobrar menos de lo que merecemos, a no poder conciliar la vida laboral y familiar…
A una vivienda que es del banco casi hasta que te mueres, o a alquileres prohibitivos que hacen que tu fin de mes sea el día 10 (con suerte…) pero todo esto sólo si puedes pagar y darle beneficios a un banco, a un arrendatario o un fondo buitre, sino pues desahuciada y búscate la vida, no estás dentro de su sistemas de explotación. A compaginar trabajo y estudios porque no hay otra opción. A que las personas mayores se pudran encarceladas en residencias en terribles condiciones, privatizando sus cuidados, siendo los beneficios más importantes que su bienestar e incluso vidas.
Tenemos derecho a que los menores no puedan ir a parques, pero sí a casas de apuestas que destrozan sus vidas, a que en los centros educativos los ratios estén desbordados, sin higiene ni espacio suficiente; a que falten docentes, a que ante un caso de positivo en una escuela la respuesta del Ministerio de Sanidad tarde más de 6 días en llegar, a que se nos quite una beca de comedor si cobramos el IMV pero a los policías se les premia rebajándolo a 3€. Parece ser que los desahucios, controles, disturbios en manifestaciones e identificaciones por rasgos físicos tienen sus beneficios y reciben su palmadita en la espalda por parte del amo.
A tasas rosas que hacen que paguemos más por ciertos productos sólo por ser mujeres, a ser maltratadas, torturadas, violadas o asesinadas y que no se haga nada. A que moleste más una pintada o una manifestación que cualquiera de las agresiones anteriores.
Tenemos derecho a ser abandonadas por las instituciones y por los medios de comunicación que sólo acuden para decir que todos somos camellos u okupas (pero de esos malos, que cuando la anciana se va a comprar entran en su casa).
A que se hagan hospitales públicos con sobrecoste y después se privaticen, a que se cierren plantas, a que el personal sanitario acumule ochocientos contratos en un año, a que no se contrate y se pidan voluntarios/as, a morir en listas de espera.
Tenemos derecho a ser retenidas y agredidas por la seguridad del metro por llevar mal puesta la mascarilla; pero claro por ser migrantes; a que carguen contra las vecinas de Vallecas, a controles con lecheras y fuscas que nos preguntan dónde vamos, a qué, con quién y cuánto tiempo, a ver si les convencemos y nos podemos mover.
Estos son los derechos de precarias, migrantes, jubiladas que ya no tienen fuerza o de la infancia que solo es necesaria para generar más mano de obra precaria y sumisa.
Que se vayan a sus fiestas de lujo, sus yates y sus colegios trilingües con campo de futbol de hierba. ¡Nosotras estamos aquí! Y debemos ser contundentes en la respuesta, porque mañana se preguntarán cómo nos dejamos pisar de esta manera, cómo abandonamos a las más débiles y dejamos al fascismo que ocupara nuestras calles.
¡Nos va la vida en ello!
¡Que viva la lucha de la clase obrera!